miércoles, 16 de octubre de 2013

Los usos autoritarios del lenguaje


A propósito de "Dios te va a castigar" y el poder monárquico de Othacehe.



Por Rosendo Martinez.

Hace poco mas de dos semanas, el programa Periodismo Para Todos, emitido por Canal 13 y conducido por Jorge Lanata, difundió un informe sobre la situación de excepción que se vive en el distrito de Merlo. En el mismo pudimos observar  testimonios de militantes políticos que denunciaban los atropellos a los derechos democráticos y los abusos de autoridad que durante más de 20 años se han multiplicado en el distrito. La situación se ha tornado tan extrema que constan denuncias en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en el Congreso de la Nación, motivo por el cual la Diputada Nacional y ex Titular de la Comisión de Derechos Humanos y Legislación Penal (receptora de las denuncias) Victoria Donda, deberá prestar declaración el martes próximo en los tribunales de La Plata.

Sin dudas, resulta sorprendente que a casi 30 años del retorno de la Democracia, puedan existir mecanismos tan aceitados de represión y control social. La cultura política autoritaria, heredada de los sucesivos golpes de Estado, se ha plasmado en las formas institucionales y atenta contra el desarrollo de modelos de participación abiertos y democráticos. El recurso a estos mecanismos ha permitido que en la Argentina se impongan medidas políticas anti populares y de corte neoliberal que afectaron el tejido social y el desarrollo económico del país. La vigencia de estos aparatos mafiocráticos obedece a la necesidad de mantener vigente una estructura de poder, donde las corporaciones dominantes garanticen un esquema de control territorial y gobernabilidad sobre la zona con mayor densidad poblacional del país.

La protección para disponer impunemente del aparato represivo del Estado proviene de una articulación con el poder judicial de Morón, ámbito en el que han proliferado causas contra dirigentes políticos y sociales del Distrito. Sin embargo, lo que me interesa retratar aquí es la vinculación que existe entre un accionar anti democrático, de señorío  por la aplicación de normas discrecionales y el lenguaje que se utiliza para legitimarloDurante el desarrollo del informe transcurrió una escena en la que el Periodista Nicolás Wiñazki cruzó algunas palabras con el Intendente Raúl Othacehe. Ante las preguntas del cronista por las denuncias antes mencionadas el Intendente contestó con un  categórico, “yo rindo cuentas antes dios y a usted dios lo va a castigar”.  En esa frase se expresa con claridad cuál es la valoración del Jefe Comunal acerca las funciones que debe cumplir como funcionario público y ante quien debe rendir cuentas.

La voluntad popular como hecho democrático, fue una conquista de la modernidad y terminó con años de monarquías despóticas.  En este sentido la fuente de legitimidad del poder dejaron de ser las invocaciones religiosas y el pueblo (en términos abstractos) se colocó como principal protagonista. Estos debates atravesaron el mundo durante el Siglo XIX y se resolvieron con la necesidad de Constituir poderes republicanos que priorizaran la independencia y el control desde la instancia jurídica y legislativa para impedir que proliferaran los usos discrecionales del poder público.

No reconocer al pueblo como fuente de legitimidad, desechar la vinculación del Ejecutivo  a otros poderes y articular una cosmovisión mística del Estado con el ejercicio de un catolicismo conservador nos obligan a pensar que en los primeros años del Siglo XXI se perpetúan aún manifestaciones políticas medievales que atraviesan muchas provincias y municipios. En Salta, el Gobernador Urtubey, reglamentó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, en la Ciudad de Bs.As, Mauricio Macri se niega reglamentar las prácticas de aborto no punible. Sus fundamentos se amparan en criterios religiosos.

Esta conceptualización se materializa en su esplendor en el plano jurídico. Durante el feudalismo y la etapa absolutista, los señores y reyes administraban discrecionalmente los criterios de justicia. Uno de los mecanismos de control, era la institución de  "justicia retenida", que permitía al monarca modificar o eliminar, a su arbitrio, las decisiones judiciales, estableciendo parámetros propios de lo que se consideraba como lo “Justo”. La decisión de cómo clasificar los delitos y determinar las penas corría por cuenta de una persona; los jueces eran meros empleados y la administración pública funcionaba en base a criterios serviles. Lo mismo podría decirse de los armadores profesionales de causas que desde sus escritorios han involucrado a muchos de los compañeros que día a día eligen dedicar parte de su tiempo a las actividades sociales y políticas y que de forma sistemática responden al poder político merlense.

La lucha por otro modelo de sociedad comienza con el fortalecimiento de la participación ciudadana en las decisiones políticas. La invocación divina es una invitación a mantener las instituciones lejos del alcance de los vecinos, un llamado al silencio y a la remisión a los asuntos privados. La mejor forma de justificar instituciones herméticamente cerradas, es utilizando recursos argumentativos monárquicos y medievales, que en definitiva, remiten a los valores de las dictaduras más sanguinarias que hemos vivido. Vale recordar que en nombre de una cruzada por el mundo occidental y cristiano la dictadura militar argentina asesinó a miles de compatriotas.

La religión como manifestación del hombre, es una de las actividades humanas más difundidas y practicadas, y merece ser respetada como una herramienta individual de enriquecimiento espiritual y transmisión de valores. La confusión entre esta voluntad individual y el ejercicio del poder conlleva a laberintos como los antes mencionados, que tienen consecuencias nefastas para el conjunto de la comunidad.

Los usos feudales del lenguaje remiten a un pasado autoritario y sangriento. Nuestro deber es dejar atrás esa herencia y construir una nueva cultura política, que construya un perfil de servidores públicos, que respete los mandatos de sus pueblos y esté dispuesto a terminar con la impunidad. Es el momento de avanzar en la conquista de más derechos para ampliar la democracia, y derrotar definitivamente a los que quieren montar sobre ella un manto de oscuridad.